La lectura de la ausencia

Jorge Contreras Herrera

Imaginemos el lenguaje como una versión del mundo, de las sociedades, de la moral; de este modo, podremos imaginar un discurso que discrimine a otro tipo de discurso. Por un lado el lenguaje culto, que mira con desprecio el leguaje vulgar y por otro lado, el leguaje vulgar marginándose de los espacios con mayor reconocimiento; o bien, podremos imaginar a una sociedad de palabras que han organizado una ley de inquisidora y que están dispuestas a condenar y llevar a la hoguera o cualquier otro tipo de tortura a aquellas palabras que no aceptan a la ortografía como su Dios y el redentor de sus salvajismos, así aquellas palabras que están en los altos tribunales, con el poder de enjuiciar se escandalizan de aquellas que no conocieron el acento o usaron una letra por otra, o en el peor de los casos no usaron vocales y se atrevieron  a usar abreviaturas raras y exóticas, casi ilegibles, contraculturales, subversivas.

Con esta analogía, puedo imaginar también la existencia de una moral del lenguaje y al mismo tiempo, la forma en que nosotros nos integramos a nuestra cultura o a nuestras culturas. De forma particular, no tengo problema con los fenómenos del lenguaje que vivimos hoy en día, con lo que llaman barbarismos, vicios, formas correctas o incorrectas. Vemos a muchas personas, sobre todo los más jóvenes, usar un tipo de abreviaturas para mandar mensajes a través de celulares o por el Messenger o para ser correcto: sistema de mensajes instantáneos por Internet; confieso que no me es cómodo leer estos mensajes, pero es por costumbre de leer palabras completas, sin embargo esto no significa que condene estas formas de escribir, o que me cause una histeria capaz de lanzar la pantalla o mi celular contra el piso. Debemos entender que el lenguaje es un ente vivo que evoluciona, se deteriora o simplemente cambia, por lo que en cada generación puede crear códigos o dialectos e incluso idiomas.

Roland Barthes en su libro de ensayos críticos “El grado cero de la escritura” aborda magistralmente el tema: comenta que al principio el lenguaje era transparencia, las palabras significaban sólo lo que decían, por decirlo, era un lenguaje totalmente literal. Con el tiempo, el lenguaje se fue enturbiando, oscureciendo, cada vez significaban más cosas, las palabras fueron llenándose de sentido y significado, y tuvo que nacer la forma y pronto, comenzamos a leer la ausencia, los silencios; comenzamos a leer lo que no está escrito.

De alguna manera la forma no era únicamente los enunciados y los poemas medidos sino el canto, lo que se encuentra entre los dos lados de la moneda. Ahora se escriben abreviaturas y se usa una contra-ortografía, una ortografía fuera de la ley, más allá del margen, pues no es únicamente la falta de acentos, sino el uso de unas letras por otras y la ausencia exagerada de vocales, por dar un ejemplo. Es esto ¿bueno o malo? Pero acaso, hablar de lo bueno y de lo malo, ¿no resulta una postura moralista?

Pienso que la ortografía oficial es aquella que se encuentra dentro de los diccionarios y que es necesaria dentro del contexto oficial, y dentro de ése contexto es correcto pero, aquellos que se encuentran al margen, cumplen con su función de comunicar, aun cuando se tenga que hacer un esfuerzo extraoficial para decodificar su significado.

En México, para llamar a una persona de habla indígena alfabetizada, primero tiene que aprender el español. Por lo que considero que existe ahí una laguna enorme sobre el paradigma de lo que es correcto en el uso del lenguaje; quizá pasa lo mismo con nuestra tolerancia respecto a las nuevas formas de usar el lenguaje.

Ya que un paradigma es aquello que aceptamos como verdad a partir de la costumbre, bien puede servir la tolerancia y la reflexión para romper vetustos paradigmas y no molestarse por las nuevas formas en que se manifiesta el lenguaje.

La lectura de la ausencia, también nos ofrece secretos deliciosos.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • Twitter
  • RSS

0 Response to "La lectura de la ausencia"