DEL AIRE
Victoria Sue
He andado por todos los lugares jugando, quemando, rozando, acondicionando incontables momentos de la vida que es amable, complaciente o cruelmente arrebatadora.
Me he bastado del recorrido espontáneo de un lugar preciso, del paseo entre dos cuerpos ardientes que se llaman en cada movimiento del amor; rondando entre las piernas, los pechos, los sexos descubiertos uno al otro.
Habito en el espacio dentro de la boca cuando una palabra se niega a salir para confesarse ante la verdad del corazón y las entrañas revueltas.
Juego con las ideas que no fluyen dentro de las más brillantes mentes, llevándomelas a campos solitarios, para que los duendes las atrapen y las entretejan en los cabellos de los corceles campesinos, para que se las traguen una a una aunque la sabia se les escurra bañando a las flores.
Avivo las llamas de mágicas velas que claman deseos de amores y desmedidas y crueles venganzas, producto de la inminente soledad.
Me acaricio entre cabellos enmarañados en el mar, donde las penas las limpia la sal, y bailo entre olas que se alzan extasiadas por mi tacto.
Huyo de momentos sofocantes que invaden la angustia y las pésimas decepciones. Salgo de los ennegrecidos pulmones que comparto con mil humos.
Seco lágrimas y momentos de desesperanza y dolor.
Rozo el rostro del que mira hacia delante, con las ganas opulentas del renuevo.
Y duermo entre cornisas y ventanas entreabiertas al caer la noche que me arrulla con la música de mágicas estrellas.
He andado por todos los lugares jugando, quemando, rozando, acondicionando incontables momentos de la vida que es amable, complaciente o cruelmente arrebatadora.
Me he bastado del recorrido espontáneo de un lugar preciso, del paseo entre dos cuerpos ardientes que se llaman en cada movimiento del amor; rondando entre las piernas, los pechos, los sexos descubiertos uno al otro.
Habito en el espacio dentro de la boca cuando una palabra se niega a salir para confesarse ante la verdad del corazón y las entrañas revueltas.
Juego con las ideas que no fluyen dentro de las más brillantes mentes, llevándomelas a campos solitarios, para que los duendes las atrapen y las entretejan en los cabellos de los corceles campesinos, para que se las traguen una a una aunque la sabia se les escurra bañando a las flores.
Avivo las llamas de mágicas velas que claman deseos de amores y desmedidas y crueles venganzas, producto de la inminente soledad.
Me acaricio entre cabellos enmarañados en el mar, donde las penas las limpia la sal, y bailo entre olas que se alzan extasiadas por mi tacto.
Huyo de momentos sofocantes que invaden la angustia y las pésimas decepciones. Salgo de los ennegrecidos pulmones que comparto con mil humos.
Seco lágrimas y momentos de desesperanza y dolor.
Rozo el rostro del que mira hacia delante, con las ganas opulentas del renuevo.
Y duermo entre cornisas y ventanas entreabiertas al caer la noche que me arrulla con la música de mágicas estrellas.
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