EL VIENTO
Raúl Alburquerque Fragoso
Me gusta el viento, siempre ha sido así, me da la idea de movimiento, de vida perpetua, no imagino vivir en un lugar en donde raramente las cosas son mecidas por su vaivén, quizás se deba a que he pasado gran parte de mi vida en este lugar.
Me gusta el viento, siempre ha sido así, me da la idea de movimiento, de vida perpetua, no imagino vivir en un lugar en donde raramente las cosas son mecidas por su vaivén, quizás se deba a que he pasado gran parte de mi vida en este lugar.
Por las mañanas, apenas y se nota un leve movimiento, detectable si acaso por la suave brisa que refresca mi rostro cuando abro la ventanilla del coche o cuando camino apresuradamente por las estrechas calles de mi ciudad, sin embargo, por las tardes todo es diferente, empezando por las ramas de los árboles que empiezan a danzar acompasadamente al ritmo de un leve rumor que se forma al filtrar el viento por cuanto espacio encuentra adecuado, bajas un poco la ventanilla y el ruido se hace tan grande como grande sea la abertura, y en la calle, pareciera que todos bailan al mismo ritmo: los árboles de diversas especies que han sido sembrados esperando nos purifiquen el oxigeno; las hojas que han caído de ellos y caprichosamente pululan por el arroyo, las ropas flojas de las muchachas y muchachos que a edad temprana poco les importa la holgura de sus vestimentas.
Pero hay quien dice que el viento es al mismo tiempo desgracia, transporta las bacterias que infectan nuestros pulmones y gargantas, agitan el polvo que provoca diversas enfermedades respiratorias y seca los poros de nuestra nariz provocando resequedad y ardor.
Sin embargo para mi es vida, movimiento, ansiedad por hacer las cosas que no siempre podemos hacer, es mas me gustaría que el ultimo día de mi vida fuera así, con un viento extraordinario, que trajese a mis oídos los postreros ruidos del mundo, la música a todo volumen del vecino que nunca entendió que mi ritmo preferido no era la cumbia sino el rock, las ultimas voces de los niños correteando por las aceras o jugando el mas importante partido de su vida; los ultimo reclamos de la esposa que nunca esta satisfecha a pesar de los mejores esfuerzos que haces, los últimos ruidos de la ciudad que se dispone a dormir y nos indican que se trata de un ente vivo, en continua transformación; los cláxones pidiendo turno para pasar haciendo caso omiso al uno x uno en las principales avenidas; los diarios vendedores callejeros ofreciendo sus productos a quien los requiera, no se si será mas fácil morir así, en medio de esos signos de vida, pero al menos los últimos sonidos no serán de instrumentos o aparatos médicos, sino me iré pensando en las cosas cotidianas que durante muchos años llenaron mi vida.










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