A un paso
Alma Santillán
A un paso, no a dos ni a mil, a uno. Un simple error en mi equilibrio (accidental o no), podría hacerme volar como nunca, terminar destrozada como siempre. Sí, he logrado muchas cosas en estos años, tengo decisión, voluntad, sea por fortuna o por cobardía, pero la tengo.
A un paso, no a dos ni a mil, a uno. Un simple error en mi equilibrio (accidental o no), podría hacerme volar como nunca, terminar destrozada como siempre. Sí, he logrado muchas cosas en estos años, tengo decisión, voluntad, sea por fortuna o por cobardía, pero la tengo.
Leo y releo las palabras, aquellas que no tenían por qué entrar en mis ojos, pero lo hacen, una y otra vez hasta que brotan lágrimas que nublan la vista. Yo me lo busqué, me digo a mí misma, intentando alejar la mirada de la pantalla temblorosa frente a mí. Pero ahí sigo, devorando las letras que tienen años de refuerzo, instantes que para mi desgracia se convirtieron en eternos antes del amanecer, sin mí. Y me pesan, agotan mi natural resistencia.
Yo ya no tengo palabras, tengo simples retortijones de corazón y entrañas al no ser capaz de escribir una línea en la noche oscura. Contrario a ti, a mí me falta razón.
Me sobra paciencia, me sobra tolerancia. Si tú fueras yo, habrías corrido lejos desde hace mucho. Habrías reclamado noches enteras el origen de mis versos.
Eso fue hace mucho, el tiempo en que llenaba hojas y hojas sin importar las consecuencias, pero ¿sabes?, este aire me hace regresar los millones de horas desde entonces. Es como si el sol me jugara una mala broma y de repente llegara a mi cuerpo una oleada de fétidos sentimientos rechazados, tirados a la basura.
No mientas, a mí no. Yo veo esa diferencia en tus pupilas, ese casi imperceptible temor de ser descubierto. No en balde he pasado años observando ese tipo de reacciones, créeme que después de tanto ya ni siquiera me sorprende escuchar un “lo siento”.
No ha quedado olvidado nada, no quieres ni tienes la menor intención de empezar de nuevo. Lástima por ti, porque yo retomaré mi camino. Me llevaré las dos maletas que traje cuando todo empezó. Se irán llenas, tal y como llegaron, porque aquí ya no tengo nada que hacer.
No, ni siquiera me preguntes a dónde iré, sabes que lo haces por cortesía, así que ahórrate esos segundos.
Cada vez que, en secreto, tomaba las hojas que tienes entre tus libros, sabía que irremediablemente me desgarraría el corazón en silencio. Mis ojos no sabían por dónde comenzar a leer, ¿por el final?, ¿por el principio? Daba igual, porque lo leería todo, me daría cuenta con cada garabato que anhelas momentos que plasmas; tan es así que los puedo imaginar.
Pero no me explico que después de tantos años, de kilómetros de distancia, recuerdes con mayor nitidez tu cumpleaños 25 que lo que te dije hace dos semanas, de verdad que no comprendo.
Esta vez no te avisaré cuando llegue a casa, porque no existe tal lugar. Llegaré a algún lado, no tengas duda; dormiré tranquila porque sabré que cuando abra un libro no encontraré tu corazón en cada párrafo.
No te entiendo, ¿por qué me estás pidiendo que me quede? ¡Escúchate!, aunque sea por un momento. Nunca he estado en un lugar por no tener opción, ni siquiera por obligación. He estado la mitad de mi vida a tu lado, no te lo reprocho, porque en ese mundo que creaste a mi alrededor fui muy feliz; inteligentemente me rodeaste de detalles y atenciones, pero tu mirada perdida en las noches de invierno era tu escape a la mentira que te empeñabas en vivir.
Puedo caminar, y detenerme cuando esté cansada. Una cosa me llevará a la otra, como todo.
Terminado el monólogo, caminé y caminé, en la noche oscura o en la claridad del alba, no sé. Sin recordar un mínimo detalle de tus brazos ni tu voz, sin arrepentimientos inútiles ni reproches sin destinatario.
Aquí estoy, en medio de una carretera, no levanto el pulgar para que me lleven a otro estado, sólo aguardo a que mi cerebro mande la señal correcta para dar un paso: ¿hacia adelante?










0 Response to "A un paso"
Publicar un comentario