UNA PIZCA DE SOL


Guillermo Furlong Franco


En un pueblo de Hidalgo, todos los años, cuando se celebra el fin del pastoreo veraniego, se reparten quesos con una pizca de sol en algún lugar del interior de su horma.

Si un voraz e impaciente comensal llegara a tragar la pizca de sol, desgarraría en esencia como en finas hebras de queso, porque según la leyenda, todo aquél que pruebe una chispa grumosa que fluya de la vía láctea, como la sangre sabia de un dios heroico, sin el temple y la paciencia necesarios que nos da el saber que la existencia contiene los ingredientes de la fría amargura y el calor de la dulce alegría, morirá en vida lentamente o dejará de existir de golpe, sir ver el renacer del nuevo tiempo.

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