Sólo es una sombra

Cesar Fernando Montes

Danielita pasó de la mano de su madre mirando a un indigente con cierta repulsión y, a la vez, también, con cierta curiosidad. La madre tiró de la niña para que apurara el paso, que lo hizo con torpeza, dando pasitos descoordinados, sin dejar de mirar al hombre de barba larga canosa pintada en de mugre.
No iba a olvidar aquella imagen de la paloma muerta, inerte, en las manos mugrosas y callosas del mendigo.

—Mira nada más, ahora resulta que hay plaga entre las palomas. —Dijo el papá de Danielita mientras tomaba un sorbo de su café.
—Sí papá, yo vi una paloma muerta que tenía en las manos un señor pobrecito. —El papá de Danielita sonrió a modo de burla.

—No se acerquen niños, sólo son palomas muertas. —Dijo una de las maestras en el patio de la escuela adonde asistía Danielita, quien observó compungida aquellas inertes aves.

“Suman ya 4368 palomas muertas en distintos puntos públicos de la ciudad, como son parques y monumentos, sin que hasta el momento se sepa cuál es la causa. Ha sido una extraña situación que ha llamado la atención de las instituciones sanitarias, en un caso único en la historia de esta ciudad…”, eran las palabras de una mujer atractiva que estaba en la pantalla del televisor en el noticiero nocturno. Danielita se quedó contemplando el aparato cuando su mamá le ordenó que fuera al comedor a merendar. Danielita apenas reaccionó dejando escapar una lágrima.
—¿Qué te pasa, hija?
—Es que… mamá, ¿ya viste? Se están muriendo las palomas en la ciudad.
—Pero no te pongas así. —Le pasó la mano por el cabello largo de Danielita. —Todo va a estar bien.

Pareces un espíritu, quizá un fantasma, un ser volátil, indefinido, extraño. Extraviado. Cruzas un campo sombrío. Cuentas cada cadáver infinito de mis pies. Surcas este aire con un aliento que me lleva a un refugio indescifrado. Quién eres que no encuentro tus manos, que no veo, y sólo un resuello es el que siento como en este sueño, en mi cuello frío y distante. Una inexistencia descontrolada de un oscuro desafío honrando a la muerte.

Danielita atravesó corriendo la calle donde estaba su casa y vio una sombra irregular que se extendía sobre la pared de la puerta de la misma. Le llamó la atención y volteó hacia el cielo, éste estaba raso. Regresó su mirada lentamente y notó que la sombra seguía proyectada sobre el muro de la pared de su casa. Y para su sorpresa, aquella sombra seguía moviéndose. Acercó lentamente su pequeña mano a la pared y sintió un frío polar en contraste con el calor y el sol radiante del día al sentir la parte sombreada.

—Según el dictamen médico, fue un golpe de frío el que mató a su hija. —Explicó uno de los dos agentes de la policía que habían ido a notificar a los padres de Danielita que ésta había muerto.
La mamá de Danielita lloraba desconsolada mientras el papá no daba crédito a la noticia. Volteó al televisor que se había quedado prendido y no supo cómo fue que en ese instante escuchó que un científico había descubierto que las palomas estaban siendo víctimas de una plaga producida por las sombras que se forman durante las noches y sobreviven al día.


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