La disidencia nómada de Polka Madre

Juan Carlos Hidalgo

Tradicionalmente el arte se ha opuesto a la imposición de un pensamiento único de parte de otras estructuras sociales y políticas, e incluso del mismo gremio. Por ello no deja de llamar la atención que las nuevas generaciones de integrantes del rock mexicano no se hayan dado cuenta de que han caído en la trampa de querer imponer y valorar un solo tipo de música.

La malograda explosión del llamado indie, que en su origen no era un estilo sino una forma de trabajo y una postura ante la industria, trajo consigo una camada de nuevas bandas que con escaso conocimiento musical y habilidades ejecutivas emula las principales expresiones del rock anglosajón, produciendo una música carente de identidad propia y singularidad.

Bandas como los Dynamite, Bengala, Los Daniels y los Fancy Free existen cientos sonando mucho mejor que ellos en ciudades más implicadas con la historia del género como lo son Nueva York o Londres, por citar dos ejemplos. El mal ejemplo se ha desperdigado y las agrupaciones de reciente formación parten de imitar el sonido de Interpol, The Strokes y agrupaciones similares. Poco o nada les importa el hallar una propuesta peculiar, la cosa es sumarse a la corriente, reproducir un estilo que es de fácil consumo y de aceptación asegurada.

Es por ello que vale la pena escuchar el trabajo de una banda como Polka Madre, un combo multinacional que ha apostado por la disidencia para con la corriente dominante del rock nacional y que prefiere dejarse las entrañas –y la vida misma, si es necesario- en la búsqueda de una música que los represente, sin importar de dónde provengan los referentes culturales.

Y es que tampoco se trata que ellos enarbolen una falsa originalidad; lo suyo se inserta en el llamado gipsy punk, pero si tiene elementos que los caracterizan (mayormente la rítmica y el gusto por el ska –en su momento tan de moda en el país-). En los suyo hay, obviamente, referencia a la polca centroeuropea, pero también a la tradición judía, al punk contemporáneo y la música culta (tocan incluso un fragmento de Brahms).

Prácticamente inexistentes para la escena nativa, en su seno alternan gringos, finlandeses y mexicanos; junto elaboran una música expresiva y desmadrosa que tiene en Devotchka y Gogol Bordello sus mayores influencias.

Casa Dónde (Intolerancia, 08) es un primer ejercicio de estilo compuesto por 15 piezas tanto festivas (“Niña, Olga, Vodka”) como nostálgicas (“Los ciegos” y “Funeral / Brahms”). En ellos destacan, sobre el conjunto, el acordeón de Marina de Ita y el clarinete de Enrique Pérez (antes músico callejero de Coyoacán).

Este atípico escuadrón ha preferido labrarse un futuro allende nuestras fronteras, lo que les ha llevado a actuar en varias partes del viejo continente, como Helsinki, París y Madrid. Actualmente están inmersos en una gira que los llevará de Arizona a la Alta california y de allí hasta topar con Pórtland, Oregon.

Es preciso reconocerles tanto el arrojo como las ambiciones. Ojalá muchos grupos cuyo ADN es nacional intentaran hacerse de un lugarcito en el mundo, reconocer sus capacidades y componer la música que les salga del alma, sin limitarse a ser un burdo remedo de los grandes rockstars. Bienvenidas las bandas como Polka Madre, cuyo deseo es únicamente parecerse a sí mismos.

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