YA LLEGÓ TU PACHUCOTE

Bárbara Sánchez
 
Tons qué, mi trompuda, ya sábanas, ¿qué no?, póngaseme trucha y vístaseme con su mejor garra, ¿ve?, que nos vamos a ir a mover las caderas y a mixear unos drinkitos al Califas Dancing Club, así que ojo de chícharo y al tiro, que la estoy divisando desde Acámbaro…

Los pachucos, los batos más carnales que caminan igual por el Sunset Boulevard que por las calles de Tijuana parlando spainghish, con el good bye, la troca y el okey, vestidos al estilo zoot suit, amantes del boggie, el swing y el mambo.
 
Íconos de la cultura chicana de los años cuarenta, incomodan a vetarros e intelectuales, son los que se fueron pa’l otro lado. Han abandonado su indumentaria rural y ahora usan una satirizada moda urbana: amplísimos pantalones, gruesos tirantes, una cadena de reloj atada al pantalón, sombrero con pluma y un saco con hombros amplios y anchas solapas.
 
Influenciados por figuras populares en la cultura y literatura mexicana de fines del siglo XIX y principios del XX, como el currutaco, el dandy, el catrín, el lagartijo y el mequetrefe, los pachucos encarnan la libertad y el desorden, son hombres que no pertenecen a ninguna parte.
 
Su deseo de llamar la atención no sólo obedece a una muy adornada postura estética sino ética y social, manifiesto de una relación amor-odio con los gringos. Con su apariencia y actitud se quejan de la sociedad que los relega y cuya modernidad les es inaccesible, intentando reforzar su identidad haciendo llamativo lo que les queda.
 
Para los mexicanos de este lado son un insulto, son antipatriotas, indios agringados que irritan a nacionalistas y a la “gente bien”, porque son mexicanos que frente al fracaso post revolucionario emigran atraídos por el american dream. Sueño que no es tan rosa como piensan, muchos son tratados como personas de segunda y por el simple hecho de ser mexicanos son minimizados, reprimidos y obligados a dejar su identidad e idioma con tal de sobrevivir.
 
Y sin lugar a dudas, el pachuco por excelencia, el que todos conocemos es Germán Valdés “Tin Tán”, que aparece a principios de los cuarenta con su personaje, irritando las conciencias de algunos intelectuales como José Vasconcelos, que critica su “pochismo lingüístico”, o Cantinflas, que en la película Si yo fuera diputado, dice sin rodeos: "Para pachucos no hay servicio, porque me caen gordos."
 
Tin Tán y los pachucos representan una contraposición a los personajes de aquel tiempo, ya no son charros ni mariachis, ni montan a caballo en un pueblo, sino que toman características de las modas fronterizas, reflejo de la comunidad chicana. Y Germán Valdés utiliza su personaje para demostrar rebeldía, y a través de un irónico humor, satiriza y reivindica al pachuco dando ácidos comentarios contra la devaluación, la corrupción y la explotación del indígena.
 
El cine, el turismo, la radio, las carpas, los anuncios y rótulos agringados en las calles de las poblaciones fronterizas, en el centro del país y hasta en la propia capital, perduran hasta nuestros días, así, igualito que en los cuarenta.
 
Los pachucos siguen imponiendo su moda e ideología, que se mantienen intactas para coleccionistas e investigadores, y evolucionan en la práctica en diversas y nuevas identidades fronterizas con otra ropa, otro argot, conservando elementos, adaptándolos a su historia, a su contexto, a su tiempo.
 
Reivindicados o no, ahora son tantos los grupos contraculturales que ya nadie les va a decir “¡Quítate eso, que pareces pachuco!”, como los diseñadores de Christian Dior o a Johny Depp, ni criticarán como lo hizo Vasconcelos, y la canción “Pachuco” de Maldita Vecindad, porque el estilo de los zoot suits no ha muerto.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • Twitter
  • RSS

0 Response to "YA LLEGÓ TU PACHUCOTE"