Y sigue el Xantolo
Laura Elizabeth Trejo Peña
Arribar a la huasteca para festejar a los muertos no es cosa fácil, pues además de saber que uno va a un encuentro con seres de ultratumba, las mujeres tienen que limitarse a sólo ser observadoras de las danzas en las que los hombres bailan ataviados como damas, no obstante, el rito conserva la mitología heredada por los pueblos antiguos.
Así, con pleno conocimiento de causa, los visitantes llegan a Jaltocan, sitio en el que aún vive el Xantolo en su máximo esplendor. Después, se encaminan al barrio del Mirador, para el que hay que caminar a la parte elevada del centro del que es el municipio más pequeño de la Huasteca, de donde partirán las ánimas, por supuesto, acompañadas del trombón y la tambora de la Banda Estrella de Pahuatlán, Veracruz.
Dispuesta a bailar al son que le toquen, la cuadrilla lidereada por un comanche deja el punto de partida. Son alrededor de las tres de la tarde, hora ideal para que inicien los más pequeños. Una fila todavía no muy nutrida avanza hacia la primera vivienda a visitar, los pasos son sencillos; la cuadrilla pregunta a la familia si quiere música, entonces comienza el baile, “El piojo y la pulga” es una de las melodías que los encapuchados comienzan a bailar, en filas, uno frente a otro.
Los niños usan un paliacate atado a la cabeza y otro en la boca, otros gafas oscuras y sombrero, y algunos cuantos un traje más propio a las festividades, pantalón con cascabeles en las piernas y una máscara de madera que tradicionalmente debe usarse, sin embargo, la mayoría de los atuendos son híbridos por lo que se puede ver a diablos, mounstros, y hasta al ex presidente Vicente Fox danzando sin pena alguna.
Las máscaras que simulan el rostro de una mujer y pelucas son el atuendo de otros a los que se suman senos falsos y minifaldas que dejan ver piernas peludas combinadas con ajustadas blusas; por ahí se observan algunas de las tradicionales máscaras de madera. Los adultos ya se han sumado a la fiesta.
Así, la cuadrilla recorre todas las calles de su barrio el dos de noviembre. Quienes reciben al grupo en su casa deben cooperar para cubrir la cuota de la banda, pero qué mejor si se gasta en un fría cerveza “pa’l calor”; entonces los seres de inframundo reviven su toque humano y se reúnen sentados sobre una banqueta, se han separado de la larga fila pero seguirán el viaje cuando estén saciados.
Algunos dicen que aquellos humanos vestidos de mujer o demonio representan a las ánimas que salen a vagar por el mundo el día de muertos, otros, que más bien se cubren los rostros para esconderse y engañar a la muerte, pero basta ser observador del rito para percibir que la “pelona” anda cerca, pues el olor a cempasuchitl la lleva a la ofrenda que cada hogar ha preparado en honor a ella.
El caso es que la danza original del Xantolo representa una pelea entre un hombre blanco y uno moreno por una mujer indígena en la que el vencedor regularmente es el primero, quien corta el pene del vencido para obsequiárselo a la dama.
Para los muertos, se dispone un arco, tamales y alimentos que más disfrutaba el difunto, todo se integra a la celebración que enmarca el resonante zapateo entre el humo y el aroma de los fogones con todo y su sabor serrano. Luego, ya casi a las siete de la noche, un gran tumulto integra la cuadrilla: los niños varones, por supuesto, han tomado confianza y bailan tomados de la mano; los mayores, ya más desinhibidos, imitan sensuales movimientos al son de la tambora.
La fiesta que dura los dos últimos días de octubre y los dos primeros de noviembre, concluye en la hora ya señalada en las calles aledañas al kiosco de la plaza principal. Esconderse de la muerte no es un juego, por lo que el baile es precedido por “el destape”, acto que se realiza el día de San Andrés que marca el final de las fiestas en honor a los fieles difuntos iniciadas el 18 de octubre, día de San Lucas. “El destape” debe realizarse por un curandero preparado, pues no todos tienen la capacidad de cumplir tal cometido que se lleva a cabo en una ceremonia propia de nuestros ancestros.
El Xantolo tiende a la desaparición en los pueblos que le dieron origen, pues sólo una fracción de los pobladores participa de lo festejos, el resto permanece apático, convertidos en sólo observadores.
Lo nuevo en este festejo, ha sido que el trío que tradicionalmente acompañaba a los danzantes ha sido sustituido por una banda de viento, esto por el género musical que se ha puesto de moda a últimas fechas. Además, los músicos llegan a cobrar hasta 14 mil pesos por los cuatro días que dura la fiesta, hecho que pone a pensar a los organizadores. La crisis ha puesto en riesgo la tradición.
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