Editorial


Huele a hueso y no es de pavo, sin embargo con plumas o sin ellas, muerte y final parecen afines. En mesoamérica el tzompantli era un altar donde se colocaban los cráneos de los sacrificados, generalmente cautivos de guerra, con el fin de honrar a sus dioses. Las cabezas humanas se ensartaban en palos largos, formando varias filas una sobre otra, como si fuera un ábaco.
En el centro de México, era la manifestación más evidente del control político-religioso que ejercían los mexicas sobre otros pueblos. Se pueden encontrar también, representaciones escultóricas mesoamericanas de estos altares, que usan cráneos de mentiritas, una de estas, muy a la mano en el Templo Mayor en la ciudad de México.
Algunas, ya tradicionales, son las de de artistas contemporáneos en diferentes partes del país. Otra, la versión que han desarrollado los integrantes del taller de la Gráfica pachuqueña, Impronta, exposición que se conforma con trabajo gráfico en diferentes técnicas que muestran representaciones de cráneos humanos, y que han sido alineados a la manera de un tzompantli mesoamericano. Esta muestra que lleva el titulo de tzompantli 8:80, se puede visitar en la galería de gráfica de la Fundación Arturo Herrera Cabañas a partir del 16 de noviembre y hasta el mes de enero.

La idea de seguir dentro del camino donde la tradición es crear alegorías visuales sobre la muerte, coincide con el ejercicio cotidiano de artistas interesados en la creación gráfica, que celebran, su reconocimiento de la cultura mexicana, por medio de la representación de un “altar de cráneos”. Una enorme coincidencia al abordar el concepto de la muerte que ha traído su trabajo hasta estas páginas.


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