El fin se une al principio

Jorge Contreras Herrera

El 22 de enero por la noche de hace un año, me encontraba escribiendo mi opinión respecto al libro de poemas de mi amigo Armando Gómez Pozos quizá la misma hora en que él moría. Fue a la mañana siguiente, cuando la directora de la Red de Bibliotecas Lic María Amparo González U. me llamó para anunciarme la trágica noticia de su muerte; me quedé impactado. 

La presentación se realizó en la sala de usos múltiples de la Biblioteca Central Ricardo Garibay el 27 de ése mismo mes (curioso que fuera en esta biblioteca, pues Armando era un experto en la vida y obra de Ricardo Garibay escritor a quien se sentía profundamente ligado entre otras cosas, por Tulancingo) a la presentación asistieron amigos y compañeros promotores de lectura, su viuda Laura y su hijo, las palabras y opiniones de su libro estuvieron a caro de la poetisa Nancy Ávila, Jorge Skinfield y yo. 

Enrique Ramírez Cipactli acompañó la presentación con un par de canciones a manera de homenaje. Hubo lágrimas, su viuda regaló ejemplares del libro de Armando. Sin duda, un momento inolvidable y profundo, para los que estuvimos en la presentación. Ahora a un año de distancia comparto con los hijos del Alebrije algunos fragmentos de lo que escribí acerca del libro de Armando: 
 
Hay muchas formas de agonizar. Recuerdo el suplicio del que habla Salvador Elizondo  y que en cierta medida le inspiró la novela “farabeuf o la crónica de un instante” Salvador contaba que el suplicio es el momento exacto cuando la  persona muere, justo en ese instante en que muere y se refiere a la fotografía de un torturado chino en el preciso instante en el que muere. Imagino un suplicio en la hoguera en donde los gritos y la carne silva por el fuego hasta que se oye la explosión de los ojos, o el agonizante en un hospital con quejidos y estertores. En el caso de este libro, noto una agonía, la agonía de quien se ahoga en un mar de fantasmas, de recuerdos condensados, y cada poema es una burbuja de espíritu, exhalaciones de un cuerpo que se sumerge cada vez más en sí mismo, y son esas exhalaciones los poemas aquí publicados.
 
En los poemas de Armado la palabra tiende a sublimarse, a reconciliarse con una naturaleza etérea. Flotan. A diferencia de muchos poemas escritos en la actualidad en donde la palabra se condensa y cada vez pesa más hasta que se va oscureciendo gradualmente cargada de sentido y significado, con el fin de que entre más pese, más flote. Aquí pasa otra cosa, los silencios entre cada palabra escrita en los versos de Armando hablan, nos dicen otros poemas ocultos, susurran lágrimas mudas, les da vida a las ausencias más lejanas. Y es tan importante lo que nos dice Armando, como lo que no dice, o mejor dicho, lo que nos dice su silencio.
 
También es un libro a los amores de Armando: padres, mujeres, y lecturas. Las mujeres enlutadas del poema dedicado a Agustín Yánez son en realidad, las mujeres que lloran por Armando y al mismo tiempo, las mujeres que le gustaría al poeta lloraran por él, incluyendo las simbólicas, como la memoria, la ausencia, la amargura, la pasión, la gratitud y por supuesto, la misma muerte.
 
… el silencio que arrastras por mi recuerdo /  cuando me traigas flores /… / aquí estará el hueco de mis brazos / esperando tus huesos. Armando conmueve no sólo el corazón, sino que logra conmover el alma, nos da un retrato de la soledad del ser humano, de la orfandad que amamanta y como padre ausente de la piel que extraña la caricia, al mismo tiempo que se sabe extrañado. Es una soledad aprisionada. Ya que no expresa soledad por convicción o por decisión sino  por circunstancia.
Y lo sigo imaginando, sumergiéndose más en un océano cósmico como una constelación de brazos abiertos exhalando poemas. Me quiebro en mil cristales /…/ mientras tú / cubres con tus alas otra piel / y me sentiré curiana / entre los mortales 
 
No hacen falta las rejas, basta la piel esa piel que el poeta quiere arrancarse, desamparado hasta de sí mismo, la orfandad se redimensiona pues no hay a quién hablarle desde el cuarto vacío en donde sólo el ilusorio eco intenta responder y muchos libros ya leídos son los cofrades de la orfandad pero la esperanza es poderosa y por una vez, sentirse huésped o hijo que vuelve a casa y no preocuparse más por la carga que este costal de mil batallas tiene que lidiar. Así Armando se va preparando para la muerte, si es que se le puede llamar así, espera, llegar al Padre, del que se ha sentido huérfano.
 
El libro de Armando Gómez Pozos es como en uno de sus versos, templo de olvido, en el que su cuerpo es un altar vislumbrado en la penumbra, ni luz ni oscuridad, desnudado y vestido para recomenzar la rueda de la memoria. Afuera, otros se burlan de la muerte pero los poemas de Armando saben que el fin se une al principio.
 
Son algunos párrafos dedicados a nuestro amigo y que vienen a resurgir, por un lado, por su año luctuoso y por otro, el tema de la gaceta: “el fin” ahora, en esta distancia, veo el fin como un punto de observación; es decir, más allá del fin, el eje de la balanza en donde nada concluye, donde la serpiente se muerde la cola, y los ciclos se redefinen con el tiempo. 

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • Twitter
  • RSS

0 Response to "El fin se une al principio"